También cicatriz dulce, de caramelo y ámbar. Pega un extremo de la distancia a las puntas de mi pelo y me da un tirón a cada paso, para que no olvide lo lejos que estoy. Me atrapa despacito, pegajoso, inundando mi organismo hasta la garganta. ¿Quién quiere respirar aquí tan lejos?
El otro extremo se guarda transparente y sólido, quizás encerrado en tu pupila izquierda, esa gota de vacío de la que nunca se puede escapar.
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