Y qué si guardo el recuerdo tus gestos en el mismo cajón que las pequeñas rutinas: sorprender mis ideas con suspiros silenciados, sonrisas imaginadas y pupilas perdidas intercalados entre calcetines, tintineos de cucharilla contra la taza al desayunar, sonido de pasos en la calle o tacto de almohada.
Espera a que el día vuelva a nublarse, me digo a mí misma, solo espera. Y es que mi ingenuidad disuelve las cenizas, pero no va a impedir que vuelva a intoxicarme con ellas cuando te sacies de mí.
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