sábado, 28 de enero de 2012

Sal fina y carboncillo

Luce mate en tus ojos oscuros como si de abismos de sal fina y carboncillo se tratara. Meto un pie y está tibio, así que me sumerjo entera en la caída sin fin, agua seca sin brillo ni frío. Vacío extraño de aislamiento en compañía que, sin embargo, me hace sentir culpable de existir, insuficiente, áspera, mala.

He encontrado textos de hace ocho años y me han resultado ridículos. Pero con una fuerza que ya pocas veces soy capaz de transmitir. Es curioso que lea un "le quiero" dirigido a mil personas diferentes y no sea capaz de evocar nada; sin embargo, sí recuerdo la electricidad que pasaba de mi pecho a las yemas de mis dedos en los momentos en los que escribí la mayoría de los textos. En verdad me alegro de tener algún vestigio del pasado guardado, me permiten situarme, orientarme. De lo contrario mezclo memorias, pierdo constancia del espacio-tiempo y lo que soñé el año pasado lo imagino como suceso de mi infancia.

Me siento muy vieja y muy joven. Antes era lo del "otro día", ahora es lo de hace ocho años, y aún a ratos el cepillo de dientes me da arcadas y los espejos rotos, escalofríos. Pero ha perdido toda su razón de ser, se mantiene lo malo, más calmado e intenso, pero se pierden el amor, la locura, las ganas irrevocables de vivir y de morir, de gritar y de enmudecer eternamente. Las manos frías en invierno, los dedos de los pies dormidos, el olor del césped, el mirar ligeramente hacia el cielo color almendra e ignorar el dulce azúcar en polvo que piso.

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