domingo, 19 de febrero de 2012

He tenido suerte: sigamos. Por ahí. Por ahí no. Por ahí mejor.

Quitando breves intervalos de veinte o treinta minutos en los que pierdo la noción del tiempo, olvido todo lo reflexionado y me pongo nerviosa -realmente nerviosa- al leer ciertos nombres propios o tropezar con símbolos que asocio a dichas personas, me siento muy cómoda dentro de mí misma. No es un dentro de prisión o cárcel, es un dentro con las ventanas abiertas, dejando que el nuevo oxígeno de la primavera prematura intoxique hasta mi última célula.

A pesar de todo me sigue costando eso que llaman "desconectar". Si no me pongo las pilas acabaré por olvidar cuánto se disfruta comiendo jugosas peras de temporada, paseando sin destino, o cualquier cosa que no implique ser mejor o peor que los demás.

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