Por falta de entidad propia, dentro de mi cabeza el eco de tus pasos se adueña del sonido de viento entre hojas, coches pasando, portazos, gritos de un niño en la calle y urracas graznando.
A doce centímetros del viernes (y con tu recuerdo rascando bajo mis uñas) sólo deseo congelarme aquí y ahora, no volver a cometer ningún error, no tener que cargar con otro fracaso más a las espaldas.
Miedo, quizás.
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