Vuelve otra Nochebuena y, para qué engañarnos, me encanta pasar estas fechas invernales con mi familia. Más allá de cualquier tradición cristiana, creo que el frío y la oscuridad hacen muy apetecibles las reuniones con caldo caliente, dulces y ruido de mil conversaciones entrecruzadas.
He visto fotos de hace seis o siete años, de cuando empecé a escribir en algunos blogs, cosa que hacía con bastante frecuencia. Llegadas estas fechas narraba lo sola que me sentía. Supongo que es el estado transitorio al que todos los adolescentes nos vimos avocados en algún momento: después, aprendes que es una característica humana. Y ser consciente de ello te hace vivirlo más todo, porque ya no es algo contra lo que luches, como no luchas por no respirar o no descansar, sino que pasa a formar parte de tu día a día.
No hay comentarios:
Publicar un comentario